viernes, 7 de junio de 2013

Ana.


Mi querida, 
 
Sin ti no encuentro sentido a tener dos pocillos, pero como no me rige el sentido, los lleno un poco más de la mitad para no ser pesimista. Con los platos ni hablar, utilizo los de té porque nunca los tocaste y me produce un morbo bastante lastimero vivir de las cosas que nunca determinaste. Ya no leo como solía y pienso que solo soportaba el café para ti, no por ti. Confieso que la lejía la robaba de la lavandería de tu papá y nunca encontré las tapas de todos tus labiales.

Se me secaron los acrílicos y como es verdad también es un eufemismo de mi frigidez, la que ya no me deja pintar. Pienso en qué tanto te dolió morir y por qué ya no vivo con ardor. Aveces escucho el sonido de un maúllo o un llanto de bebé y recuerdo tu asociación con no sé qué síndrome. Todavía no puedo unir las palabras como tú siempre esperaste porque el calor me quita las ideas. Cariño, aveces siento que se me sale el alma, y te digo ¡que sensación más extraña y rara!, quizá así te sentías..
Aveces siento que no estoy respirando e hiperventilo apropósito porque no me quiero morir aún. Ahora odio el dado de veinte caras, son las cosas que dejaste. 

(me convertí en un revoltijo de cacofonías mal utilizadas).


Las buena noticia es que ya no me duele nada y te extraño menos.
Te extraño menos que ayer.
Te extraño mucho menos y no me duele nada.
Que bien me siento ahora, querida mía.


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